
Al reverendo Benito Peláez se le podían hacer muchos homenajes para agradecer tantos desvelos por todo el mundo, se los merecía con creces, pero seguramente el más emotivo para él hubiera sido dedicarle una Misa Flamenca, después de dos años de carencia y, recuperada por los empeños del presidente peñista Santiago García Martín. Él qué fue excelente maestro de ceremonias, patrono acogedor de los artistas “…pobrecillos vienen de tan lejos”, hasta el extremo de que muchos de ellos se pasaban por San Ildefonso a saludarlo cuando volvían a Zamora. Don Benito, simplemente Benito como en realidad le gustaba ser llamado -“que si no me haces más distante”- sí hubiera gustado de una Misa Flamenca en su nombre, estoy seguro. Además la habría paladeado como uno de esos pequeños grandes placeres que la vida espiritual unida al arte nos provee. La experiencia tenida por Elvira Fernández en la última misa celebrada en San Ildefonso –la Misa grande del Festival nonato del 2010- la impresionó profundamente, haciéndose el firme propósito de acudir a todas las que le fueran posible en el futuro. El futuro fue efímero y nos dejó hace dos años. Por eso la organización del Festival ha decidido dedicársela –la primera después de su marcha- también como a Don Benito. Recordar que aquella misa tuvo que ser oficiada por Don Manuel, con la precisa supervisión de Benito, ya que se encontraba todavía convaleciente –y con muletas- de su operación de prótesis de cadera. Los artistas, Yeyé de Cádiz y José María Molero.
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